domingo, 11 de marzo de 2012

Extreme makeover (Cambio radical)

Siento no haber actualizado JUANJO DICE desde hace casi tanto tiempo como el que lleva Fernando Torres sin marcar un gol pero no se debe, como se ha especulado por ahí, a las críticas recibidas en los últimos tiempos (de hecho soy de la opinión de que es mejor que hablen de tu obra aunque sea mal, a que no hablen). Tampoco es por falta de ideas (tengo 5 artículos en mente).
Simplemente se debe al limitado tiempo libre del que dispongo últimamente y que empleo mayoritariamente en fregar los platos, fregar la cocina, fregar el suelo y fregar el baño. Tal es mi obsesión con la limpieza últimamente que ya estoy pensando en raparme y ponerme un pendiente para presentarme al próximo cásting de Don Limpio (Míster Proper para los lectores más talluditos).

En cualquier caso, quiero compartir con vosotros las reflexiones que me ha inspirado una de las mejores imágenes de las últimas semanas: el cambio radical de María Teresa Fernández De La Vega.


Como si hubiese pasado por el famoso programa de TV, la ex-vicepresidenta apareció en un acto con una imagen novedosa, digna de aparecer en la revista de Ana Rosa, si no fuera porque la propia Ana Rosa sale en todas las portadas de su revista.

No obstante, lo realmente importante de este hecho es que no se trata de un caso aislado, sino de otro más en la larga lista de políticos que parece que pierden 7 años cuando dejan el cargo.
Es paradigmático el caso del ex-presidente Aznar, que pasó de ser un señor padre de familia normal y corriente con bigote de guardia civil old-school a convertirse en un proyecto de triatleta gracias al entrenamiento del ex-jugador del BM Atlético de Madrid Bernardino Lombao.


¿Es casualidad este fenómeno? ¿Han tomado baba de caracol? ¿O hay detrás de ello algún fundamento científico?

Desde este blog se ha dado mucha cera a la política, los políticos y los politólogos, pero ha llegado el momento de empatizar un poco con ellos y ponernos en su lugar (ya podéis ir afilando las teclas para ponerme a parir en vuestros comentarios).
En estos momentos en que el trabajador de a pie (esa especie en peligro de extinción) recibe diariamente ataques provenientes desde el dueño de su empresa, desde la administración pública, desde Hacienda y desde L'Equipe (ya sabéis que un español no puede trabajar sin su correspondiente ración de dopaje) tiende a ponerse en el punto de mira de nuestras críticas a los cargos públicos por los beneficios de los que gozan y que los alejan cada día más de ese pueblo al que dicen representar, debemos valorar con justicia y justeza el trabajo que realizan y la compensación que por ello reciben.

Últimamente tanto empresas privadas como organismos públicos nos vienen obsequiando con recortes de sueldo, aumentos de jornada, reducciones en días de vacaciones... todo ello con el pretexto de cumplir con las cifras de déficit impuestas por la presidenta de España, Angela Merkel. Medidas que no hacen otra cosa que aumentar el radio de un círculo vicioso del que hablaré en un próximo artículo dedicado a la huelga general.

La reacción clásica de la clase obrera es: "Pero 'ellos' no se bajan el sueldo." Donde 'ellos' van desde el presidente del gobierno hasta el alcalde de tu pueblo, pasando por diputados senadores y otros chupópteros.
Ahora bien, ¿realmente es todo tan bonito como lo pintan?
Seamos honestos y pensemos si estaríamos dispuestos a cambiar nuestra vida por una en la que el día está planificado de arriba a abajo, moviéndonos apresuradamente de un sitio a otro para estar en decenas de actos y/o recibir a cientos de personas estando además rodeados de cantidades ingentes de seguridad hasta para ir al baño y que en la prensa se pusiese nuestro trabajo en entredicho diariamente.
Quiero en estos momentos recordar una entrevista que realizó el programa al exministro del Interior José Barrionuevo. En ella, hablaba de su trabajo durante la época dura de ETA, una epóca en la que no era raro recibir una llamada a las 3 de la madrugada avisando de un asesinato. ¿Cuántos de nosotros, esos que criticamos a los políticos, seríamos capaces de soportar esa tensión, esa angustia de tener que dar la cara ante la sociedad frente a esos hechos?

¿Y eso a cambio de qué? Cuando planteo esta cuestión en algún debate suelen responderme: "Ya. Pero es que cobran mucho, por eso deben estar ahí siempre." Pero, ¿realmente el sueldo básico de un cargo público es tan alto? Dejo a ustedes, lectores, que indaguen sobre los emolumentos que reciben sus políticos favoritos y que, si quieren, dejen un comentario con los guarismos.
Como pista, os puedo decir que el sueldo de un ministro o presidente del gobierno está entre los 80000 y los 90000 € anuales siendo ligeramente superiores los sueldos de los presidentes autonómico y los alcaldes de grandes ciudades, aunque parezca extraño.
Cierto es que reciben asignaciones procedentes de los propios partidos que no salen de otro sitio que del bolsillo de los contribuyentes y es ahí donde está la trampa del sistema pero, en fin, que el que esté dispuesto a ejercer de presidente por 90000 € al mes que diga "yo" inmediatamente.

Y es que, definitivamente, la responsabilidad quema y para percatarnos de ello basta ver alguna de las personas que están siguiendo el camino contrario.

En primer lugar veamos a Barack Obama.


El Presidente americano ha pasado en cuatro años de tener aspecto de jugador de la NBA recién drafteado a parecer un ex-marido de diva del soul camino de los juzgado acusado de maltrato.
Y es que debe ser muy difícil responder a las expectativas que llegaron a convertirle en el primer Premio Nobel de la Paz preventivo de la historia. Unas expectativas que se vinieron abajo tan pronto como echaron abajo su proyecto de asegurar una cobertura sanitaria mínima a todos los ciudadanos estadounidenses.

Otro caso notable, y saliéndome de lo estrictamente político, es el de mi segundo filósofo favorito después de Nietzsche, el maestro zen Pep Guardiola.


La teoría del Villarato, la batalla contra Mourinho y sobre todo las grandes cantidades de colonia que ha meado en ruedas de prensa se han llevado su pelo en una escas temporada como si de las hojas de un olmo se tratase.

Por estos motivos creo que es conveniente valorar la labor desarrollada por los llamados representantes del pueblo en su justa medida y no llegar hasta el punto de culparles de que nuestros hijos no estudien en el colegio o nuestra mujer nos la pegue con el butanero.

Por supuesto, estoy hablando en todo momento de políticos honrados, que realizan sus trabajos sin extras de ningún tipo.
Si bien es cierto que la corrupción es algo arraigado en la cultura española. Y no hay que ir a las altas esferas. Conozco casos de funcionarios de carrera que, cada vez que se otorga una concesión de obras públicas, reciben regalos por parte de los empresarios "agraciados" con los contratos como si eso fuese a garantizarles una futura concesión.
Pero España es así, es el país de la propina, del regalo, de la invitación, del pago en negro. Un mal endémico que está en las raíces de nuestros problemas y que podemos empezar a combatir nosotros mismos con gestos simples como pedir factura a los profesionales, no aceptar contratos tramposos o no agasajar a trabajadores por los servicios prestados.

Entonces, y sólo entonces, cada cual tendrá lo que merece en virtud a la actividad desarrollada y dejaremos de ver cargos públicos con coches-oficina, trajes de Armani, locales de Tous y esas cosas que tanto nos enervan.

Y para terminar, quisiera mencionar otro hecho que también es motivo de reflexión. Otra de las frases más típicas que suelo escuchar contra políticos y demás es "Y trabajan 8 años y ya tienen pensión vitalicia". Porque hay un hecho que me parece aún más grave y sobre el que poca gente parece incidir. Y es que muchos de los políticos que abandonan la primera plana pasan a puestos directivos de grandes empresas en lo que sí es su verdadero pelotazo. Casos notables son el de Rodrigo Rato en Bankia, Eduardo Zaplana en Telefónica o Pedro Solbes en Enel.
¿Y por qué? ¿Qué pueden aportar estos señores a estas empresas para acceder de manera fulgurante a su cúpula? Pues la respuesta parece obvia: información privilegiada e imagen de marca.
Y vuelvo a citar otro momento del programa Salvados. El expresidente balear Jaume Matas admitió que a Iñaki Urdangarín lo recibiría cuando y donde quisiera el duque para debatir cualquiera de los negocios que se traía entre manos el instituto Noos. Y es esto lo que buscan precisamente las empresas con la incorporación de figuras destacadas del ente público. Ahí sí que radica un motivo de comparación sangrante entre el pueblo llano y sus "representantes".

Cuándo cambiará esto y qué podemos hacer nosotros, ciudadanos de a pie, para cambiarlo es algo que dejo para debate. Como siempre, los comentarios son bienvenidos (incluso si me criticáis). 

Recibid un cordial saludo de Juanjo y prometo fregar menos y escribir más.

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