Pues bien, ha llegado el momento de abordar el primer tema serio del blog.
Sé que no es muy original, de hecho creo que el tema comodín que usan los guionistas de La Noria cuando no tienen "chicha" para el debate político es "¿Se deben prohibir las corridas de toros?". Pero en un día como hoy en el que me he desayunado con la noticia de que hoy tendrá lugar la última corrida de toros en la Monumental de Barcelona, no podía dejar pasar la oportunidad de compartir con mis lectores algunas ideas al respecto.
Como siempre, el objetivo de este blog es proporcionar materia para reflexionar y debatir por lo que todos los comentarios serán bienvenidos.
Y dado que sé que entre los lectores habituales de este blog hay todo tipo de opinión espero que se cree debate, pero siempre desde el respeto (porque ya me han comentado que mis comentarios sobre un tema tan nimio como los talifanes han causado estragos).
Además, puedo adelantar y adelanto (parafraseando el famoso "puedo prometer y prometo" de Adolfo Suárez) que será este el primer artículo de una trilogía titulada "Política, toros y mediopensionistas" en la que analizaré hasta que punto un asunto tan demodé como el taurino condiciona la política de un pueblo.
Ásí que sin más dilación, comienzo la disquisición que en este artículo se pretende. Valor y... ¡al toro!
En primer lugar, y como soy consciente de que mi lírica resulta un tanto enrevesada (por no decir que es una prrrf mental) responderé unas FAQ's al estilo de esas ayudas de Microsoft que no valen para nada, y luego las desarrollaré.
- ¿Te gustan los festejos taurinos: corridas, encierros, recortadores... ? No.
- ¿Estás a favor de prohibir las corridas de toros? No.
- ¿Estás a favor de declarar las corridas de toros patrimonio de la humanidad? No.
Comencemos por la primera.
No me gustan los toros, pero del mismo modo que no me gusta el tenis, el encaje de bolillos, o los discos de Álex Ubago. Simplemente me parecen aburridos, sin más. Y es que ver a un individuo vestido de payaso (palabras de Ska-P en su canción "Vergüenza") dando capotazos a un animal cegato, asustado, drogado y picado hasta decir basta no me entusiasma especialmente.
Seguramente, ahora algún protaurino estará pensando que ese "individuo vestido de payaso" tiene más huevos que Pérez Reverte y el caballo de Espartero juntos. No lo dudo, pero vuelvo a repetir lo que ya os dije en el artículo sobre CR7. Que un señor haga el Don Tancredo en una plaza de toros no mejora nuestra vida en modo alguno.
Debo confesar que en toda mi vida he asistido a unas 3 corridas de toros y en ninguno de sus 18 toros, 18 pude mirar hacia el ruedo en el momento de la suerte suprema. Podeís calificarme de cagón, huevosblandos o lo que queráis pero ver un animal viviente ensartado en una espada cual kebab de ternera mientras sigue respirando es superior a mi sentido del buen gusto. Y en esas 18 ocasiones, lo que más paradójico me resultó fue mirar a mi alrededor y ver un sinfín de paisanos observando el espectáculo mientras devoraban con fruición el correspondiente bocata de jamón y tiraban con ahínco de la bota de tintorro en una imagen que parecía una visión moderna del mito de Vlad el Empalador (Nota histórica: Vlad Tepes. Príncipe de Valaquia. Inspirador de la leyenda Drácula. Se caracterizaba por cenar opíparamente delante de los cadáveres de los prisioneros de guerra a los que empalaba, ver imagen adjunta).
Ahora bien, el que yo sea un giñado de la vida que no pueda presenciar esta clase de espectáculo porque me resulta aburrido y desagradable no me convierte en un ecologista fumahierba de esos que pretenden imponer su criterio prohibicionista y con esto pasamos a la segunda cuestión.
No me considero para nada ecologista, al menos en el sentido en que algunos tarados que se manifiestan desnudos frente a las plazas de toros y que inundan la televisión de anuncios repugnantes en campaña electoral (me estoy refiriendo a los anuncios del PACMA) lo entienden.
Podría decir que me considero humanista, aunque de esto no estoy muy seguro, porque mis bases epistemológicas no están muy definidas al respecto. En cualquier caso, cada vez que me hablan de "los derechos de los animales" me chirría un poco la cabeza: ¿los derechos de los animales? ¿Dónde está el Tribunal Supremo de la Fauna?
El Derecho es el orden normativo e institucional de la conducta humana en sociedad inspirado en postulados de justicia, cuya base son las relaciones sociales existentes que determinan su contenido y carácter. En otras palabras, son conductas dirigidas a la observancia de normas que regulan la convivencia social y permiten resolver los conflictos intersubjetivos.
Definición de Derecho, Wikipedia
... conducta humana. Efectivamente, el Derecho es un invento (no sé si acertado) del llamado ser racional, el ser humano. Los animales, en su funcionamiento más sencillo y posiblemente más perfecto, no necesitan de estos artificios para regir su conducta social, simplemente responden a la ley natural, la que los divide en predadores y presas en lo que los biólogos han llamado cadenas tróficas.
Es por ello, que simplemente no puedo tolerar que se "humanice" a los animales dotándolos de un marco legislativo que equipare su situación en la sociedad a la de un ser humano.
Ahora bien, entiendo o quiero entender que este tipo de leyes viene a ocupar el mismo hueco que las leyes de igualdad.
Y es que parece que dado que situaciones que en principio deberían de ser normales como el respeto a los animales o la igualdad de oportunidades sin distinción de sexo, raza o religión, por H o por B (por lápiz duro o lápiz blando, chiste ingenieril) no lo han sido a lo largo de la historia, los meapilas que ahora están en los tronos del poder occidental han optado por regularlos por multitud de leyes, a cual de ellas más estrambótica e irrisoria.
Es por estos motivos que creo que la desaparición de las corridas de toros no debe venir impuesta por las instituciones, sino como resultado de una evolución de la conciencia y la sensibilidad humana hacia un intento de convivir en armonía entre nosotros mismos y con las demás especies de este planeta (¡Uf!, qué frase más Zen, digna del filósofo Guardiola).
Y comentados algunos aspectos jurídicos, políticos y biológicos, creo que tampoco debemos olvidarnos de los económicos, ya que la industria del toro es en España una gran fuente de ingresos que da de comer a toreros, ganaderos, hosteleros, periodistas y aspirantes a modelo que se enrollan con toreros para salir en Interviú. Por lo que considero que cargarse de un plumazo todo esto sería absolutamente perjudicial para el país en general.
No quiero cerrar este punto sin dar mi punto de vista sobre el hecho que me ha motivado a escribir este artículo, la prohibición de los toros en Cataluña. Sin duda alguna creo que ha sido una decisión puramente política, un intento de alentar a los grupos independentistas eliminando de un zarpazo una "fiesta" que desprende un olor a españolidad tan acusado. Por supuesto ha estado apoyado por esos grupos ecologistas que antes he mencionado, en un ejercicio de hipocresía absoluto, pues saben tan bien como yo que a muchos de los diputados de CiU, ERC, y PSC que han votado positivamente se la soplan "los derechos animales" que ellos defienden. ¿O qué pasa con los correbous?
En fin, va siendo hora de terminar este artículo con la última cuestión planteada.
Por supuesto que no se debe declarar ningún festejo taurino patrimonio de la humanidad, me parece una soberana memez que creo que no hace falta discutir ya que es la respuesta de los extremistas a los extremistas.
Pero... espera, si ahora ya es patrimonio de la humanidad hasta la monda del higo chumbo en Aldabonazo de la Tranca, ¿por qué no hacerlo entonces?, es posible que haya un futuro post sobre la proliferación de las "fiestas de interés turístico nacional".
De momento aquí termina la primera parte de "Política, toros y medipensionistas". Como siempre, espero vuestros comentarios y estaré gustoso de responder a cualquier sugerencia, inquietud, insulto que se os ocurra.
Con clarines y timbales, me despido. Afectuosamente vuestro.



