jueves, 6 de diciembre de 2012

Sancte Capital, ora pro nobis

Estimados lectores, disculpen mi demora al lanzar una nueva entrega de este blog pero otros proyectos han absorbido mi tiempo sobremanera últimamente.

Lo cierto es que el alboroto social, huelga general inclusive, sigue creciendo de manera imparable y el final del mundo predicho por los mayas ya no parece una locura. Tanto es así, que el Papa Ratzinger ha decidido tomar cartas en el asunto y hacer uso del arma más poderosa del universo, esa que ha derrocado gobiernos en África del Norte, ha sacado a la luz casos de corrupción flagrantes y ha revelado la agenda telefónica de Pipi Estrada: Twitter.
Efectivamente, esta semana se ha abierto la cuenta oficial del Papa en Twitter @Pontifex.

No le ha quedado otro remedio, pues en los último tiempos está avanzando ferozmente una nueva religión que retorna a las esencias de la Iglesia Medieval, esto es, la servidumbre y la resignación con el objetivo de alcanzar la vida eterna.

Y esta nueva religión no es otra que el Neocapitalismo.
Hace algunas fechas JUANJO DICE ya adelantó alguno de los primeros versículos de su libro sagrado (http://www.jjmuser.blogspot.com.es/2012/06/tabu.html). Estos mantras, repetidos una y otra vez por el gobierno y sus voceros como si una versión 2.0 del Gran Hermano se tratase ("Paz es guerra, Libertad es esclavitud, Ignorancia es fuerza") comienzan a calar en las mentes de los súbditos del siglo XXI y la segunda fase comienza a tomar forma.

Como dijo Unamuno en 1936, están venciendo, porque tienen los medios para ello, pero no están convenciendo.
Así que a través de un proceso de, llámenlo, benchmarking o maquiavelismo (según sean ustedes de Letras o de Ciencias) qué mejor manera de aprender a ello siguiendo los mecanismo de los que más han convencido a lo largo de 2000 años, la Iglesia Católica y más concretamente la antes citada Iglesia Medieval.

Dicha Iglesia vendía un mensaje de salvación en el que para alcanzar la vida eterna era necesario sacrificarse para redimir los pecados de los bárbaros, de los infieles, de Adán y de Eva. Además había que aportar el diezmo para sostener el sistema si no quería quedarte sin tu ración diaria de gozo cristiano.

El paralelismo parece evidente. Hoy en día somos nosotros, los trabajadores de a pie, los que cargamos con el pecado original de "la herencia recibida", los que hemos obrado mal, los que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y por ende, los que tenemos que asumir los sacrificios en forma de diezmo contemporáneo: copago, subida del IVA, congelación de pensiones, bajada de sueldos... y todo ello para mantener el statu quo de los que han desencadenado esta situación.

En estas líneas se resume la praxis ideológica que guía los últimos movimientos de los liberales, que centran sus esfuerzos en hacernos creer que somos nosotros los únicos culpables y de que sí, bancos y administraciones han actuado mal, pero la culpa es nuestra, por haberlo aprovechado y que el camino será duro y los sacrificios realizados de alto coste pero después habrá una vida mejor.

Y si alguien que ejemplifica como nadie este nuevo modus operandi es el gobierno de CiU en Cataluña. Artus Mas ha intentado erigirse a sí mismo como mártir de una causa en la que nunca creyó pero que añadía al catecismo del nuevo capital el siempre infalible elemento del enemigo exterior. A lo que en la Edad Media se llamó Lucifer en la Cataluña del siglo XXI se le llama España.
Tras la manifestación de la díada y la apoteósis nacionalista, Mas vio la oportunidad de desviar toda la atención de una Cataluña corrupta, pobre y en decadencia hacia el debate independentista en el que el Estado Español aparecía como la encarnación de todos los males que afectan a Cataluña, en definitiva como un tumor del que era necesario desprenderse. Y como un curandero de televisión, Mas aseguraba que una vez sanados de ese mal, Cataluña viviría un nuevo Renacimiento.

El martirio de San Artur Mas

En su afán mesiánico Mas aseguró que quería una "mayoría excepcional" para hacer frente a todos los que iban a negar "el derecho a decidir" y la soberanía del pueblo catalán. Una mayoría excepcional que no era posible sino con los votos de aquellos a los que había negado las prestaciones sociales, a los que había cobrado un euro por receta, a los que hacía pagar por llevar un tupper de comida al colegio...

Y excepcional fue el batacazo que se pegó en las elecciones del 25N. Tras una campaña altamente hóstil en la que cada partido sacó lo más sucio de su repertorio, el voto "plebiscitario" que exigía Mas no fue sino un voto de castigo a las políticas del recorte y la austeridad que ahogan cada vez más al pueblo.

Ahora a los convergentes no les queda otra que quitarse la chaqueta del independentismo que habían tomado prestada, asumir la derrota y, posiblemente, convocar unas nuevas elecciones, con lo que culminarían uno de los mayores ridículos de la breve historia democrática de España.

La nueva religión ha fracasado en su intento de asentar su poder pero no ha dado su golpe definitivo. Mientras queden hospitales que privatizar, colegios que cerrar o subvenciones que eliminar, seguirán demonizando al ciudadano de a pie y vendiéndonos ese mensaje de salvación a través del sacrificio.

¿Hasta cuando?

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