Qué mejor manera de comenzar este artículo con la canción de El Rey León para irnos poniendo en situación. Imagínense un lugar recóndito de Botsuana. Un elefante camina tranquilamente por la sabana y en ese momento aparece un Jeep del que bajan un par de tipos con escopeta y le incrustan un balazo en el lomo. No sólo eso, sino que siguiendo el tuenti-way-of-life de los chonis y canis españoles, a los valientes cazadores no les basta con ejecutar semejante hazaña y se hacen una foto delante del trofeo para fardar delante de los colegas.
Hasta aquí todo normal. Si yo tuviera una importante fortuna posiblemente también cazaría elefantes, comería caviar o haría mis necesidades en un wáter de oro. En fin, ese tipo de cosas que a todas luces parecen una tontería (y lo son) pero que sirven para indicar que tú eres rico y los demás no.
Lo dicho, pero ahora imagínense que uno de los tipos que bajan del Jeep es Su Majestad el Rey don Juan Carlos y que en uno de los lances de la expedición sufre una caída y se rompe la cadera obligándole a retornar a España y someterse a una operación de urgencia.
La polémica está servida.
Una foto tan increíble que todo el mundo pensó que era un fake
El Elefante-gate es el último incidente de la accidentada historia reciente de la Casa Real. Cuando hace algunos años se miraba a la monarquía británica con sus divorcios, infidelidades, muertes, adicciones etc. el sentimiento de la ciudadanía española solía ser "¡Menos mal que esto aquí no pasa!"
Sin embargo, en 2007 el devenir de los Borbones se torció de manera dramática: el "cese temporal de la convivencia" entre la infanta Elena y Marichalar, la posterior publicación en que se acusaba a Marichalar de coquero, la quema de sus fotos en Cataluña, el asunto Chávez o la muerte de la hermana de Letizia acabaron con ese halo etéreo que les envolvía.
Luego llegaron la final de Copa Athletic-Barça, las operaciones del Rey o las declaraciones de la Reina.
Y cuando parecía que nada podía ir a peor, llegó la temporada 2011-2012 con la imputación de Urdangarín, el disparo de Froilán y el asunto que nos ocupa, el elefantazo.
Es el del elefante un asunto lleno de interrogantes a cada cual más enigmático: ¿Nadie sabía dónde estaba el rey? De no ser por la caída, ¿no hubiera salido este viaje en los medios? ¿Fue un viaje de vacaciones o de negocios? En caso de ser de vacaciones, ¿fue invitado o tiró de fondos públicos? Siendo tan aficionado como es a la caza, ¿por qué es presidente de honor de WWF? ¿Por qué se deja fotografiar con el trofeo?...
Lo estrambótico del caso ha dado lugar a mofa e indignación a partes iguales. Por un lado tenemos a demagogos, republicanos, independentistas y demás diciendo: "Con la que está cayendo y el rey por ahí de caza. Indignante." y por otro a millones de tuiteros sacando el humorista que llevan dentro.
Lo único cierto es que don Juan Carlos es de esas personas a las que se les odia por pura envidia, como Justin Bieber o Guti (imperdible el último anuncio de la Quiniela protagonizado por Guti http://www.youtube.com/watch?v=Bi8saCAaJAo). Como estos dos, su Majestad es un prototipo de vividor o, como dirían los franceses, un bon vivant.
Desde siempre han corrido historias varias sobre sus aventuras, como las rutas en moto, las cacerías con gente VIP o las excursiones a la Fórmula 1. Anécdotas que nos resultaban graciosas y divertidas por toda la campechanía que derrochaba en todas ellas.
Pero de un tiempo a esta parte, el mal rollo que se está apoderando de este país como consecuencia de la crisis económica ha puesto al monarca en la diana de las críticas. El sólo hecho de pensar que mientras 5 millones de españoles no tienen oficio alguno, otro está en Botsuana de caza es suficiente para que muchos vean en ello una ofensa sin siquiera preguntarse qué o cómo estaba allí el rey.
Pues bien, ha trascendido que el viaje del rey iba a cargo de Mohamed Kayali, un tipejo sirio que realizó ciertos tejemanejes claves para que empresas españolas consiguieran la concesión del tren de alta velocidad entre Medina y La Meca.
No sé si ustedes recordarán mi artículo sobre el mundo laboral (pueden recordarlo en http://www.jjmuser.blogspot.com.es/2011/11/entrevista-con-el-vampiro.html) pero hubo algo importante que pasé por alto: ¿cuáles son las cosas que realmente importan para obtener un trabajo?
Pues son estas:
1. Referencias. Lo que toda la vida se ha llamado enchufe. Si tienes buenos contactos, da igual cuan incompetente seas, el trabajo es tuyo.
2. Experiencia. Como las mujeres, las empresas desean lo que tienen otras empresas así que la segunda arma más efectiva para que te ofrezcan un trabajo es tener uno ya.
3. Estudios. Realmente no vale para nada. A día de hoy es sólo un elemento de corte, como tener los papeles en regla o no tener antecedentes penales.
El caso es que cuando entras a un sitio por referencias, debes rendir constante pleitesía al que te ha concedido el favor. Si quiere que le laves el coche, tendrás que lavarle el coche y si quiere que te vayas con él a cazar elefantes, pues te vas a cazar elefantes. Así pues, ¿Qué hacía el rey en Botsuana? Devolver el favor que los señores árabes nos habían hecho.
Cierto es que al rey seguramente no le haya costado un gran sacrificio enfundar la escopeta y marchar a África a practicar una de sus aficiones, pero el objeto de la visita no era otro que darle coba a los benefactores de España.
La diplomacia funciona así. Favores pagan favores y los grandes acuerdos no se consiguen con el mero diálogo. Posiblemente es esta la causa por la que no se hubiese tenido conocimiento del accidente de no ser por la caída real.
Es en este punto donde reside el verdadero escándalo. Lo grave no es que don Juan Carlos se vaya de viaje con el temporal que está cayendo en España y en su familia, sino la de trapos sucios que esconde la diplomacia y que a los ciudadanos se nos oculta (aquí ya podéis hablar de masones, sociedades secretas y clubes Bilderberg si queréis).
Si no, ¿de dónde viene el interés de las grandes empresas por contar entre sus filas con los poderosos cuando estos abandonan el cargo (ejemplos: Aznar en Endesa por 200000 € anuales o Felipe en Gas Natural por 165000 € anuales)?
Dejo ya aquí el elemento de reflexión de esta entrada, pero volvamos a la figura del rey de España.
Nació Don Juan Carlos el 5 de enero de 1938 en Roma con lo que ser italiano ya nos da una pista del gusto del monarca por la dolce vita. A esto se añade el hecho de ser un príncipe exiliado, que es incluso mejor que ser un príncipe en activo, ya que puede disfrutar de toda la fortuna familiar sin ni siquiera tener que acudir a los
Siendo todavía un chaval, tuvo su Majestad su primer accidente con la caza cuando su hermano pequeño falleció en circunstancias todavia sin aclarar mientras ambos "jugueteaban" un rato con escopetas (por si os quedaba alguna duda, ahora veis a quién ha salido Froilán).
Sin embargo, este suceso no hizo mella en el ánimo de don Juan Carlos y, como ese ludópata que pierde la casa y el coche en el bingo, siguió practicando el antiguo arte de la caza.
Eso sí, aunque rompió en muchas cosas con el antiguo régimen, en lo que a caza se refiere, su Majestad siguió empleando las viejas técnicas franquistas. Si al Generalísimo le ponían salmones de 30 kilos en la punta de la caña para grabar un capitulito del NO-DO (el Youtube de la época), al monarca le ponen a tiro a las más variadas especies desde el ya citado elefante africano hasta el oso ruso borracho.
Y es que el que ha ido alguna vez de caza sabe que no hay nada más desolador que gastarse un pastón en un viaje al campo y que el único animal que te lleves a casa sean los mosquitos pegados al parabrisas del coche. Un dominguero cualquiera puede tolerar esa frustración, pero el rey de España no.
Bueno, eso si el coche al que se nos han adherido los mosquitos no es un Rolls-Royce Phantom, un Maserati Quattroporte, un Porsche 959 o cualquiera de lo 70 coches que ostenta en propiedad el rey. Y para los indignados que ya estén echando espumarajos por la boca os revelo que, al igual que los viajes de caza, dichos coches son regalos y herencia de personalidades varias entre las que se encuentran directivos de marcas de lujo, jeques árabes o dictadores (a destacar el Mercedes 540 G4 de 6 ruedas obsequio de Hitler a Franco y a posteriori a Juan Carlos I).
Ahora bien, esos coches no van a pedales, y la Casa Real tiene 65 empleados encargado de tener bien lleno el depósito para cuando el rey se quiera dar un garbeo (echad los espumarajos ahora).
Porque la otra gran pasión del rey es la velocidad.
En esta ocasión su Majestad estaba en Botsuana de caza, pero no son pocos los eventos a los que ha faltado por encontrarse en un Gran Premio de fórmula 1 o de motociclismo.
Y os cuento a continuación una anécdota que retrata a la perfección el carácter del rey:
Resulta que en cierta ocasión McLaren invitó a don Juan Carlos a montarse en un fórmula 1 con el campeón del mundo Mika Häkkinen para lo cual le hicieron un chasis biplaza especial. Mientras enseñaban el artefacto al rey le dijeron: "Si quiere que Mika vaya más despacio, pulse este botón" a lo que contestó: "¿Y si quiero que vaya más rápido?"
Como si fueseis de Recursos Humanos (ese imperio del mal) os dejo que analicéis este hecho y me contéis qué os dice respecto a la personalidad de Juan Carlos I.
¿Alguien todavía duda de que Juan Carlos I es motorista y fantasma?
Podría seguir escribiendo sobre el rey, su vida, obra y milagros durante horas, pero es momento de que los lectores pongan su granito de arena y comenten su opinión respecto a don Juan Carlos, la monarquía, España, o lo que quieran.
Yo, personalmente, lo que tengo es envidia hacia el rey, por la vida que se pega. Definitivamente todos deberíamos ser iguales, pero por arriba. Esto es, igual de vividores y campechanos que el rey.
Y para despedirme, os dejo con un tema clásico, con los Austrias y con los Borbones y con esos nietos que hacen que la historia se repita.
Nos vemos en la próxima entrega de JUANJO DICE







