miércoles, 16 de mayo de 2012

Piedra, papel, ¡tijeras! (II)

De vez en cuando toca cumplir lo prometido y hace un par de artículos comenzamos a debatir sobre el tan traído y llevado tema de los recortes y anuncié que no sería el último al respecto.

En esta ocasión y tal como pedistéis en vuestros comentarios (bueno, pidió Ángel Luis, que últimamente ha caído algo la participación popular en el blog) haremos un repaso a la situación de la educación en general y de las enseñanzas universitarias en particular.

La educación es la mayor arma de destrucción masiva que ha conocido la humanidad y muestra de ello es que cualquier cambio de régimen, revolución o simple cambio de gobierno ha llevado asociado siempre una transformación del modelo educativo desde su más primigenia base.
Porque no hay material más explosivo que las mentes de la juventud. Unas mentes moldeables en las que unos simples mecanismos pueden conducir a la construcción o a la destrucción de un imperio.
Conocedores de esto, las élites del poder han intentado desde siempre controlar la educación por encima de cualquier otra cosa.

Así, en la Edad Media, la reclusión de los libros en monasterios e iglesias permitió a los señores medievales ejercer un poder absoluto sobre sus siervos a los que se vendía la vida como un mero tránsito al más allá, el cual debían ganar con el sudor de su frente sin cuestionarse ninguno de los dogmas establecidos.

Con la imprenta de Gutenberg llegó el hombre renacentista y la democratización de la cultura. Vieron las élites en ello una amenaza considerable y comenzó la pelea por reglar el sistema educativo.

De esta pelea han resultado mil y una leyes, organizaciones, entidades... todas ellas con un objetivo claro: adoctrinar a las masas desde su más tierna infancia.

Según la época y la corriente de la época hemos visto generaciones de niños y niñas que han pasado por  las madrazas, las Juventudes Hitlerianas, la Compañía de Jesús, las ikastolas, la Sección Femenina, la LOGSE etc. y recibir las clases más selectas en Teología, Formación del Espíritu Nacional o Educación para la Ciudadanía entre otras.
Siempre a mayor honor y gloria del imán, el caudillo o el führer de turno y utilizado como elemento de venganza por los enemigos políticos cuando éstos acceden al poder.

¿Dónde se esconden las pistolas?

Aclarada la importancia suma de la Educación en la sociedad volvemos al tiempo presente para elaborar un breve bosquejo de las heridas por las que sangra el sistema educativo actual, una de las grandes víctimas de ese fenómeno que se ha dado en llamar crisis.

Y empecemos por la situación más cercana y que, como tal, más me duele a mí y a todos los castellano-manchegos, la inestabilidad de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Nace dicha universidad en 1982 en paralelo al Estatuto de Autonomía. Un Estatuto que, como se dijo en el debate para su reforma en 2007, surgió como consecuencia de a necesidad de vertebrar el Estado de las Autonomías (otro de los grandes damnificados de la crisis) y no por reivindicaciones históricas de sus habitantes. Se trata Castilla-La Mancha, pues, de una región satélite, cuyos pobladores dependían gran medida de los servicios proporcionados en la capital del reino, Madrid.

De esta manera, a principios de los 80, era necesario erigir desde cero los elementos que asientan el poder del Estado (o la Autonomía) mucho más que las banderas y los símbolos: las infraestructuras.
Y una de ellas fue precisamente la Universidad regional.

Durante el siglo XX tan sólo algunos estudiantes privilegiados podían acudir a Madrid a estudiar una licenciatura universitaria  ya que la vida en la capital suponía un esfuerzo de dimensiones inimaginables para las familias más humildes.
Con la creación de la UCLM y sus campus en Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo, la formación universitaria comenzó a estar al alcance del grueso de la población.

Para ello hubo que realizar una inversión nunca antes vista en la región, principalmente para la compra de los terrenos y la contratación del equipo humano que pondría en marcha tan faraónico proyecto.

Y a día de hoy podemos decir que la UCLM ha satisfecho los objetivos con los que fue creada. Se ha convertido en una universidad de cierto prestigio con un gran número de trabajos de investigación a sus espaldas impulsados por esos pioneros que vinieron de otras universidades con más solera y que han sido continuados por sus herederos, ya formados en las aulas manchegas.
Pero sobre todo, ha logrado que la tasa de titulados universitarios de la región haya crecido exponencialmente... y aquí viene la cuestión: ¿demasiado quizás?

Al tiempo que la preparación de los habitantes manchegos ha aumentado de manera considerable no lo ha hecho en la misma medida el tejido empresarial.
En las últimas décadas han surgido ciertos proyectos y se ha conseguido que algunas importantes empresas se asentasen en suelo regional, pero no tantas como para absorber la ingente cantidad de nuevos titulados.

Ni qué decir tiene que cuando una entidad, en este caso la Comunidad de Castilla-La Mancha y el Estado español, realiza una inversión, el objetivo de la misma es rentabilizarla y es aquí donde llega el problema.
Se consiguió que los castellano-manchegos se formasen en la región, pero no se pudo hacer lo mismo con la vida laboral y seguimos asistiendo al éxodo hacia las regiones que han contado desde siempre con el poder económico e industrial, como son Madrid, Cataluña o País Vasco.


Y ahora que he mencionado el tema de la inversión y su rentabilidad, es momento de tocar el punto conflictivo, la anunciada subida de las tasas universitarias.

En la situación deplorable en que se encuentran las cuentas de Castilla-La Mancha, el nuevo gobierno ha puesto como objetivo nº 1 la reducción del déficit. Para ello es necesario eliminar lo que han llamado "gastos superfluos"... ¿y cuáles son esos gastos superfluos? Aquellos que no dan la rentabilidad esperada... ¿y qué no da la rentabilidad esperada? La universidad regional.
Así, desde mayo de 2011 la austeridad se ha convertido en el leitmotiv de la UCLM y podemos ver cómo se está despidiendo a personal de administración y servicios y a técnicos de laboratorio, doctorandos a los que se les abona la beca con meses de retraso o proyectos fin de carrera paralizados ante la imposibilidad de adquirir equipo experimental alguno por la falta de liquidez económica.

El lema del nuevo gobierno parece, pues, claro: "El que quiera disfrutar de esas cosas, que las pague."

Las bases más radicales ya han respondido diciendo "Para eso pagamos la matrícula", pero, seamos honestos. Hay que reconocer que la cuantía de las matrículas que pagan los estudiantes no cubre ni una mínima parte de la inversión que necesita la universidad. Si a eso le sumamos que gran parte de los mismos reciben exenciones de matrícula por causas varias, nos topamos con unos centros en los que sus propios "clientes" no ponen ni un euro de manera directa.

Esa política del "café para todos" ha degenerado en una depreciación de los títulos universitarios.
Esa obsesión por "que mi nieto tenga estudios" (frase típica  de abuelo/a) unido a los bajos precios de las matrículas y la infinidad de becas que se conceden (o concedían, mejor dicho) han conseguido que las aulas universitarias se masifiquen y que, quien más, quien menos, obtenga un título superior.
La víctima colateral de este fenómeno ha sido la Formación Profesional, que es percibida como el refugio de los vagos y maleantes.

Es paradójico que en una PYME típica puede haber 5 puestos para titulados universitarios y 20 para técnicos de FP y, sin embargo, de 25 alumnos que pueda haber en una clase de 4º de ESO, 15 vayan a la universidad, 5 a FP y 5 no continúen sus estudios.
Esto genera un desequilibrio estructural que ya está dando sus frutos. El titulado universitario no obtiene un puesto acorde a su titulación porque exceso de candidatos y el estudiante de FP no obtiene puesto alguno, porque, por el mismo precio, la empresa puede tener un licenciado en su lugar... y eso, en el caso de que haya suerte. En el peor de los casos, y tal como ocurre en la actualidad, los dos potenciales trabajadores estarán en el paro.

Parece evidente que hay que hacer algo al respecto... pero, ¿qué?

En primer lugar, valorar la educación universitaria. ¿Significa eso subir las tasas universitarias? No, pero sin duda hay que aprender a valorar el esfuerzo que ha hecho la sociedad para brindarnos esta oportunidad.
He tenido ocasión de compartir vivencias con estudiantes americanos y puedo decir que el sentido de la responsabilidad que tienen al respecto está a años luz del que puede haber en Europa.
Hay que señalar que una sola asignatura en una universidad americana tiene el mismo precio que un año académico completo en España y que, debido a ello, las familias yankis ahorran desde el mismo nacimiento de un hijo/a para darle la oportunidad de acudir alguna llegado el momento. Existen igualmente becas, pero se someten continuamente a revisión y exigen un auténtico esfuerzo del estudiante ya sea en logros académicos o en trabajo para su campus.
Es por ello, que los estudiantes americanos aprecian verdaderamente lo que es pertenecer a un College y luchan duramente por ocupar los primeros puestos de las promociones.

Para poner en perspectiva esto, podemos ver un gráfico del precio de las matrículas de un curso de Ingeniería de Caminos en universidades públicas frente a universidades privadas, las cuales se tienen que sostener por las aportaciones de sus "clientes" directos.

Como habíamos anticipado, para que una matrícula soporte los gastos que genera la formación recibida, habría que multiplicar por 10 su precio.

Mucha gente parece haber perdido de vista esto y percibe las facultades como un sitio donde ir a pasar 5 añitos (ó 7, ó 9) viviendo a costa de los padres.

Y es eso precisamente el talón de Aquiles al que están atacando "la nueva mayoría" (Manolo Kabezabolo dixit) desde sus think tank, como demuestra la portada más polémica de La Razón de esta semana.

No, no es el Marca y ésa no es la lista de Del Bosque

En segundo lugar, habría que dar la dimensión correcta a cada Centro, Facultad y/o Escuela. Hemos visto el coste real de una carrera como es la de Ingeniería de Caminos, unos estudios que exigen contar con una serie de equipos e instrumentos de elevado valor económico y que tienen una carga práctica que obliga a reducir todo lo posible el número de estudiantes.
En el otro lado, tenemos las carreras de Humanidades, con un coste estructural mucho menor. Los gestores de universidades han visto en ellas una herramienta de recaudación fácil a costa de masificar aulas cuyo método docente sigue siendo la clase magistral.
Dase además el caso de que el objetivo de gran parte de los estudiantes de Humanidades es entrar en la función pública y aquí vuelve a presentarse el cuello de botella del mundo laboral. Si en una Comunidad se ofertan 300 plazas de oposición, ¿qué hacen los 1000 titulados que salen anualmente y que se van sumando a los que no obtuvieron plaza en la convocatoria anterior y en la anterior de la anterior y así sucesivamente?
Este caso es aún más trágico, pues a diferencia de las enseñanzas científicas no podrán optar ni siquiera a un puesto tradicionalmente orientado a un técnico de FP y vemos así a titulados universitarios reponiendo cajas en Mercadona o doblando camisas en Zara (sin ánimo de ofender a los trabajadores de Mercadona o Zara, mis dos establecimientos favoritos).

Por último cabría apuntar una potenciación de la Formación Profesional. Para ello sería necesaria una gran reforma, pero sobre todo un cambio de mentalidad de la sociedad.
Mientras en los países del norte de Europa un técnico de FP es considerado un experto en su campo (ya sea la mecanización industrial, la carpintería, la contabilidad, la electrónica, los automatismos...) y es respetado por ello, en España, la FP siempre ha sido el patito feo de las enseñanzas superiores y sus estudiantes se han asociado con el estereotipo del mal estudiante y los profesionales salidos de la misma llamados despectivamente "chapuzas" o "chispas" entre otras lindezas..

¿Y cómo conseguir lo arriba señalado? Desde luego con los recortes impuestos no.
La reducción del déficit se ha convertido en la nube gris que nubla la vista de nuestros dirigentes y que les impide ver mucho más allá del próximo debate sobre el Estado de la Nación, en el que pretenden exhibir la (posiblemente inexistente) reducción del déficit como un logro, sin importar cuántas víctimas queden en el camino.
Y es que, animado por la jauría mediática neocon y escudándose en las debilidades del sistema educativo español arriba expuestas, lo que plantea el gabinete del gobierno no es otra cosa que una vuelta al antiguo régimen.
Es como si hubiese alguien molesto porque el hijo de una limpiadora o de un albañil pudiese aspirar a ser médico, ingeniero o arquitecto y desease volver a los tiempos en que los bufetes de abogados pasaban de padres a hijos, los consejos directivos de las empresas estaban totalmente compuestos por la familia (estilo Rumasa) y en las facultades de Medicina sólo había hijos de médicos.

Porque es a eso a lo que apuntan las medidas anunciadas. La reducción de becas y la subida de tasas hará que de 100 candidatos a entrar en una facultad, sólo podrán hacerlo 20, rellenándose el resto de plazas con aquellos que puedan permitirse pagar la matrícula íntegra y que serán además los que en un futuro puedan acceder a un puesto de trabajo en las empresas de sus padres o en las de los contactos de sus padres.
Comienza a darse igualmente el hecho de que los Proyectos Fin de Carrera comienzan a estar patrocinados por las empresas ante la insolvencia de los organismos públicos, lo que indica a una universidad futura dependiente de los mercados y sometida a los intereses del sector privado en una convolución perversa del capitalismo contemporáneo.

¿El resultado de la jugada? Incierto...